sábado, 22 de marzo de 2014

El garabato estético, diplomático, civilizado. La firma, esos trazos veloces





“Garabato”
Con un trozo de carbón/ con mi gis roto y mi lápiz rojo/ dibujar tu nombre/ el nombre de tu boca/ el signo de tus piernas/ en la pared de nadie/ En la puerta prohibida/ grabar el nombre de tu cuerpo/ hasta que la hoja de mi navaja sangre/ y la piedra grite/ y el muro respire como un pecho. 
Octavio Paz                              .          
                                                                          

En realidad lo sucesivo no tiene vínculo con el “Garabato” de Paz, pero es un buen pre-texto para iniciar, puesto que muchos identificamos la firma de alguien como la munificencia de garabatos, pero ya sea legible y estética o digna del estudio paleográfico el poder de la firma está en todas partes: documentos bancarios, autógrafos, obras de arte, tarjetas de identificación, baños públicos, desde los consortes y su contrato social, hasta empresas que otorgan la firma para que se efectué alguna negociación. La firma es bien conocido, describe a escala a la personalidad no por nada es de su puño y letra, aunque en ocasiones no sea más que de puño. Apropósito del puño, en la antigüedad según describe Sergio Pérez Cortés, el uso de la firma era nulo, y en su ausencia se utilizó el puño, o mejor dicho, el anillo que exhibía el puño. Por ejemplo, para sellar una carta se vertía cera en donde iría impreso el signo personal de quien la enviaba, lo que se denomina: anulus signatorium (anillo con el que se sellaba). Este efecto de signar corresponde a lo que hoy es la firma, obviamente antes sólo escribían las clases altas y éste sello se realizaba por medio del puño, con firmeza. En el latín dar firmeza y solidez se enuncia fonéticamente similar al español: firmo; desde esta palabra se puede observar que era apremiante en una misiva el sello (firma) para que fuera válida, es decir, se requería el signo de quien la enviaba para dotar de fuerza en un sentido legal pero también físico. El puño es símbolo de fuerza y poder, no sólo es lúdico llamarle a la firma la poderosa. Aún existen en distintos fueros los signatarios (del latín: signator), que están facultados para dar solidez a algún trámite, como es de obviarse no se ha opacado del todo el efecto del que signa. Asimismo, donde hubo  un hombre hubo una firma.