“Garabato”
Con un trozo de carbón/ con mi gis roto y mi lápiz rojo/ dibujar tu
nombre/ el nombre de tu boca/ el signo de tus piernas/ en la pared de nadie/ En
la puerta prohibida/ grabar el nombre de tu cuerpo/ hasta que la hoja de mi
navaja sangre/ y la piedra grite/ y el muro respire como un pecho.
Octavio
Paz .
En realidad lo sucesivo no tiene vínculo con el “Garabato” de Paz,
pero es un buen pre-texto para iniciar, puesto que muchos identificamos la
firma de alguien como la munificencia de garabatos, pero ya sea legible y
estética o digna del estudio paleográfico el poder de la firma está en todas
partes: documentos bancarios, autógrafos, obras de arte, tarjetas de
identificación, baños públicos, desde los consortes y su contrato social, hasta
empresas que otorgan la firma para que se efectué alguna negociación. La firma es
bien conocido, describe a escala a la personalidad no por nada es de su puño y
letra, aunque en ocasiones no sea más que de puño. Apropósito del puño, en la
antigüedad según describe Sergio Pérez Cortés, el uso de la firma era nulo, y
en su ausencia se utilizó el puño, o mejor dicho, el anillo que exhibía el
puño. Por ejemplo, para sellar una carta se vertía cera en donde iría impreso
el signo personal de quien la enviaba, lo que se denomina: anulus signatorium (anillo con el que se sellaba). Este efecto de
signar corresponde a lo que hoy es la firma,
obviamente antes sólo escribían las clases altas y éste sello se realizaba por
medio del puño, con firmeza. En el latín dar firmeza y solidez se enuncia
fonéticamente similar al español: firmo;
desde esta palabra se puede observar que era apremiante en una misiva el sello
(firma) para que fuera válida, es decir, se requería el signo de quien la
enviaba para dotar de fuerza en un sentido legal pero también físico. El puño
es símbolo de fuerza y poder, no sólo es lúdico llamarle a la firma la poderosa. Aún existen en
distintos fueros los signatarios (del latín: signator), que están facultados para dar solidez a algún trámite,
como es de obviarse no se ha opacado del todo el efecto del que signa. Asimismo,
donde hubo un hombre hubo una firma.
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